Es indiscutible que este famoso virus, Covid-19, nos ha afectado a todos. Sus consecuencias trascienden todos los ámbitos, mental, emocional, físico, laboral… y han cambiado nuestras prioridades modificando sustancialmente nuestra forma de vida. Nadie tenía previsto un suceso como éste y mucho menos una duración tan larga, de modo que una vez asimilada la nueva situación toca plantearnos como nos recuperamos.
Varias encuestas y estudios realizados recientemente en algunos países de la Unión Europea (UE) señalan que la recuperación más compleja será la emocional, por encima de la sanitaria o la económica. Muchas personas han quedado dañadas emocionalmente y esas heridas serán difíciles de cicatrizar. Afortunadamente disponemos de algunos elementos que facilitan que esta recuperación sea más rápida, entre ellos podemos destacar:
- En primer lugar deberíamos centrarnos en lo que tenemos y no en lo que no tenemos. Pensar constantemente en cosas o situaciones que hoy no son posibles no ayuda en nada, en cambio sí lo hace agradecer lo que tenemos y lo que podemos.
- El segundo sería que está bien que estés mal. Tener inseguridad o sentir miedo o angustia es normal, no estamos solos y esto le pasa a mucha más gente de la que nosotros creemos. Lo vital es saber gestionar esas emociones porque de ellas depende tu comportamiento, y según como te comportes afectará a cómo te sientas convirtiéndose en un ciclo sin fin. Llegar a controlar esto te ayudará a superar la situación.
- El tercero es que el cómo te sientas está relacionado con el dónde pones tus pensamientos cada día. Cuida tu entorno más próximo, ya que generalmente es el que te proporciona mayores satisfacciones. Una sobreexposición a la información puede resultar perjudicial y alejarte de lo realmente importante.
- El cuarto elemento sería centrarnos en el presente. Por norma nuestra mente se preocupa por cosas que seguramente nunca sucederán y menos como las imaginamos. Esto nos genera ansiedad y miedos, el exceso de futuro genera angustia y el exceso de pasado tristeza, por tanto cuidemos el hoy, es lo más importante y real que tenemos.
Una vez aplicadas algunas de estas estrategias podemos conseguir estabilizar nuestro estado emocional, recuperando el control ante situaciones que nos hacen sufrir, pero luego ¿qué hacemos?. Estos hechos excepcionales son proclives para que nos replanteemos seriamente cuestiones personales. La más frecuente, según los estudios citados, es la parcela profesional, uno de los ámbitos que nos produce más infelicidad y preocupaciones.
Es en estos casos cuando debemos activar nuestro plan B, estamos en el momento ideal para hacer nuestro “rebranding personal”, una estrategia de reposicionamiento profesional que nos haga dar un paso adelante. Un replanteamiento de este tipo es útil cuando:
- Nos apetece afrontar nuevos retos que nos hagan crecer profesionalmente.
- Necesitamos un nuevo trabajo que sea más significativo para nuestros propósitos.
- Nos encontramos con obstáculos que nos limitan nuestro desarrollo y queremos deshacernos de ellos.
- Nos sentimos estancados y sin expectativas de futuro.
En el fondo es más sencillo de lo que parece, todos buscamos la felicidad y nuestra parte profesional ocupa un porcentaje muy alto en ella, por tanto la gestión de nuestra carrera profesional debe estar en nuestras manos, y eso incluye la forma en la que queremos aprender y los temas en los que nos queremos formar. El cambio de nuestra marca puede ser un cambio muy importante, controlar la marca personal es una parte fundamental en nuestra trayectoria que nos puede catapultar profesionalmente y esto repercute directamente en el aumento de nuestra felicidad.
¿Cómo atacamos nuestro plan B? Existe una constante que es fundamental, la formación en nuevas competencias. La formación permanente es un principio básico que debe regir en cualquier estrategia de rebranding personal. Formarse nos da la posibilidad de adquirir nuevos conocimientos y competencias que nos ayudan a seguir creciendo para alcanzar los objetivos que nos hemos propuesto. Un rebranding implica definir un nuevo destino, hacia dónde queremos ir o a dónde queremos llegar, a partir de este conocimiento deberemos averiguar qué habilidades y competencias requiere este camino. Será necesario ser conscientes de cúales son nuestras fortalezas y cómo podemos adaptarlas a nuestro nuevo objetivo para convertirlas en una ventaja competitiva.
Tenemos que aprovechar nuestros elementos diferenciales para sentar una base sólida que nos facilite un camino exitoso hacia el nuevo destino. Al mismo tiempo también es necesario desarrollar una narrativa coherente que apoye este cambio. La comunicación es básica en un rebranding, en todas las profesiones el networking es vital y éste está formado siempre por personas, de ahí la importancia de una buena comunicación. Hoy disponemos de muchas herramientas que nos facilitan un buen escaparate público, las redes sociales son una plataforma importantísima que nunca debemos descuidar, necesitamos mostrar una lógica coherente que justifique nuestros deseos de cambio a través de una comunicación cuidada y para ello las redes son imprescindibles.
En resumen, creo que en mayor o menor medida todos hemos pasado por estas fases de incertidumbre, inquietud y duda, fases que además no son excluyentes si no más bien complementarias. Situaciones excepcionales como las del último año generan estados emocionales fuera de lo común, recuperar la normalidad a veces no es tan fácil y una vez se ha conseguido es normal cuestionarse aspectos importantes sobre cambios estratégicos personales o profesionales. Personalmente apuesto por estos procesos de evaluación y replanteamiento interno, eso sí siempre partiendo de un estado emocional estable que nos permita afrontar con tranquilidad nuevos retos. Hacer un rebranding después de una situación como la vivida nos empuja a crecer personal y profesionalmente, además mejora a las organizaciones en todos sus procesos al disponer de una estructura mejor preparada y mucho más feliz, lo que concluye en unos resultados más positivos para todos.