¿Histéresis, qué palabra más rara no? Uno de los pensadores más influyentes de la actualidad, el alemán Hermann Simon, define la histéresis como un “fenómeno según el cual un cambio temporal en un factor provoca un cambio permanente en otros factores”. De modo que trataremos de averiguar si es posible que un fenómeno como la actual pandemia afecte a las empresas y a sus trabajadores, y por ende acabe provocando una histéresis en la economía.
La situación que estamos viviendo desde hace meses, con la crisis del Coronavirus, ha impactado contra el mercado laboral español de una forma sin precedentes. Diferentes estudios independientes sumados a los datos que proporciona la EPA (Encuesta de Población Activa) indican que la destrucción de puestos de trabajo no es equiparable a ninguna otra situación vivida antes, y lo peor es que las previsiones iniciales se ven constantemente desbordadas por la realidad, cuanto más tiempo va pasando más complicado esta quedando el mapa laboral español. Es cierto que los ERTES están maquillando la cruda realidad de los afectados reales, es un parche que veremos cuanto tiempo es posible aguantar, pero las pequeñas y medianas empresas (pymes), que son mayoría en nuestro país, hace tiempo que están pidiendo que se les permita reestructurar sus plantillas después de acudir al ERTE. Mantener puestos de trabajo en una economía que ha quedado gravemente tocada va a resultar muy complicado, muchas empresas están en situaciones límite y su salvación pasa por un saneamiento de estructura imprescindible.
La Comisión Europea advierte que el Estado Español está en una situación delicada, vaticina que, una vez solventada la Covid 19, España seguirá en índices muy altos de desempleo sufriendo una grave enfermedad económica. No hay recuperación de los puestos de trabajo perdidos y los pocos que se generan siguen siendo en régimen de temporalidad. El Banco de España lleva varias semanas alertando sobre la necesidad de evitar que esta crisis económica se convierta en financiera.
Por norma, cuando se genera una situación de crisis económica, muchas empresas para evitar su quiebra y falta de liquidez, suelen llevar a cabo operaciones de desempleo, a veces masiva. Cuando las autoridades consiguen corregir esta crisis, controlando las causas que originaron este mal funcionamiento económico, es común que la mayoría de ellas no contraten de nuevo la misma cantidad de empleos cesados. En estos casos es cuando podemos afirmar que sea producido una histéresis económica. Las causas de este fenómeno las encontramos en la conformación y dinámica del mercado laboral, es decir, en su rigidez e inflexibilidad. Si los desempleados pasan un largo período sin trabajar, desempleo de larga duración, pueden perder parte de su valía. La formación de una persona desempleada podría quedar desfasada si esta no puede o no tiene la voluntad de reciclar sus conocimientos para adaptarlos a los requisitos de un mercado laboral cambiante. Por ello, el gasto eficiente en políticas activas de empleo es vital para mantener la capacidad productiva del país.
La descapitalización de parte del factor trabajo puede influir en el crecimiento potencial del país, es probable que las condiciones cíclicas de desempleo dejen cicatrices permanentes en la producción, de modo que el desempleo cíclico se convertiría en estructural. El profesor de la Universidad de Harvard, Lawrence H. Summers, señala que la reducción en la producción hace que la consolidación fiscal sea más dura por el aumento del incremento del ratio deuda sobre PIB. En una economía deprimida la consolidación fiscal sería contraproducente, lo que puede desembocar en un aumento de la deuda del país que lastre durante mucho tiempo su crecimiento.
Considero también de interés hablar de otro factor que afecta a las personas en situaciones como la actual; la consecuencia psicológica de empezar tu vida laboral en plena crisis. Generalmente se suelen enfocar las crisis como una etapa transitoria, una época de dificultades económicas, de falta de oportunidades, brecha económica, desajustes sociales y muchísimas otras problemáticas más. Eso sí, todas temporales. Los expertos se refieren a que en épocas de crisis y recesión las generaciones de jóvenes que tienen sus primeros empleos acaban dañadas psicológicamente, incluso después de la crisis. Es parecido al dolor de un miembro amputado, que permanece y hormiguea durante años a pesar de que lo que lo provocó ya no está ahí. Dolor fantasma lo llaman los médicos, histéresis lo llaman los economistas. Son las consecuencias psicológicas derivadas de lo duro que es introducirse en un mercado laboral cerrado que no acepta a nadie nuevo. Y mientras, ellos, van perdiendo tiempo y juventud.
Ignacio González, economista, nos advierte que primero llega el daño: la crisis económica, y la competencia por los escasos puestos de trabajo es feroz, especialmente si se genera mucho desempleo persistente. De modo que los jóvenes empiezan a escuchar argumentos repetidos. Primero; no te contrato porque no tienes experiencia suficiente, luego esto se convierte en; no te contrato porque tienes espacios en blanco en tu CV, y al final de la recesión la puntilla; no te contrato porque, en realidad, puedo tener a alguien más joven con la misma experiencia. Ya están marcados, perfiles inexpertos para puestos acordes a su edad y candidatos demasiado mayores para competir con los nuevos jóvenes para esos puestos iniciáticos y de escaso salario. Estas personas acaban caracterizándose por trabajos intermitentes o de escasa calidad, sufriendo una caída de ingresos que condiciona toda su vida. Además sufren depresiones, ansiedad, falta de autoestima y obsesión por encontrar aprobación laboral. El sentimiento de sentirse inútiles les produce un malestar mental con terribles consecuencias.
A modo de resumen y como conclusión podríamos considerar que es inevitable que cada cierto tiempo haya períodos que por una causa u otra desequilibran el orden establecido. Son originados por hechos o circunstancias puntuales contra las que, muchas veces, es imposible luchar de forma directa puesto que no podemos atajarlas ni en su origen o bien en su totalidad. Creo que ante estas situaciones es cuando más se precisan líderes de opinión y dirigentes estatales cuya inteligencia emocional les permita superar las emociones, muchas veces negativas, que la mayoría de la población sufre. Necesitamos líderes con una visión estadista, con conocimiento y experiencia de estado, para que diseñen una estrategia a largo plazo, sabiendo que en muchas ocasiones la realidad es otra y se van poniendo parches para apagar fuegos temporales cuando lo más probable es que al final se produzca un gran incendio que lo arrase todo. Por tanto, no dejemos que una de las generaciones más preparadas de nuestra historia quede estancada en su desarrollo profesional, y esperemos que esta recesión no llegue a convertirse en décadas de sufrimiento económico. Trabajemos juntos para que esto no sea una histéresis económica.